Había una vez un edificio en Nueva York, con pasillos estrechos, olor a café y puertas que nunca cerraban bien. Allí vivían seis amigos que, a través de sus historias, se ganaron el cariño de una generación y se convirtieron en nuestra familia imaginaria.
Entre ellos estaba Chandler Bing, un experto en usar el humor como coraza y salvavidas. Él nos enseñó que detrás del sarcasmo más agudo hay una historia no contada, como la historia de un niño que solo quiere ser aceptado. Nos mostró que está bien no tener todas las respuestas y que es normal tener miedo de crecer, amar y enfrentar nuestros demonios. Nos enseñó que la amistad no se trata de tener un guion perfecto, sino de estar siempre presente.
También nos dejó en claro que el amor no siempre es un relámpago, sino que puede ser silencioso y persistente. Y que a veces encuentra su camino cuando todo parece perdido.
Todos queremos a Chandler porque todos somos un poco Chandler, cuando buscamos nuestro lugar en la vida, cuando reímos por fuera y lloramos por dentro, y al esperar que, cuando la puerta se cierre detrás de nosotros, alguien nos recuerde con amor.
Gracias Matthew Perry, descansa en paz.
CM